Esta pandemia ha impactado mucho y de diversas maneras en nuestras vidas, pero hoy quiero referirme a nuestras relaciones de género, la familia y el consumo.
Para comenzar, es importante mencionar que nada se puede generalizar. De hecho, este análisis seguramente está sesgado por mi propia experiencia y percepción de las cosas. Por otro lado, en nuestras sociedades hay muchas diferencias y una enorme brecha en condiciones socioeconómicas, calidad de vida, tradiciones, formación cultural y educativa y también muchas variables en cuanto hábitos de consumo, entornos tóxicos, violencia, drogadicción, alcoholismo, etc. que hacen que las personas y sus familias estén expuestas a una serie de condiciones que de algún modo influyen en sus vidas. Estas condiciones las marcan para toda su vida, para bien o para mal, algunos pueden superar con éxito las dificultades que han tenido en su niñez y más bien resultan más fuertes; otros en cambio, van repitiendo sus historias y dramas con sus hijos y nietos.
Tampoco es verdad que esta Pandemia nos haya cambiado nuestra forma de ser. Ni un terremoto, ni una enfermedad, ni una pandemia nos cambie la personalidad, nuestro carácter, ni nuestra esencia misma, probablemente influya en algo o afiance lo que ya somos, pero cambiarnos es más difícil, aunque no imposible. Pero si es verdad que la pandemia ha impactado dramáticamente en nuestras vidas, pues nos está obligando a repensar nuestros hábitos de consumo, nuestros estilos de vida, las relaciones con los demás, entre muchas otras cosas.
La pandemia nos ha obligado estar más en casa, conviviendo las 24 horas del día con quienes solíamos vernos solo algunas horas. Esto ha sido muy fuerte porque ha implicado tener un grado más alto de tolerancia mutua, de lo contrario ya sabemos las consecuencias. Convivir implica tener respeto y aprecio por cada uno de los integrantes de su familia.
Si las parejas ya venían con dificultades antes de la pandemia, durante este confinamiento probablemente las cosas se complicaron aún más.
Convivir en familia implica muchas cosas, entre ellas:
Compartir las ocupaciones de la casa.
En una sociedad machista, la mujer tenía que cuidar a los hijos, cocinar, lavar, planchar, limpiar, etc. mientras el hombre trabaja fuera de la casa y trae el dinero para cubrir las necesidades del hogar, por lo cual se le asigna un mayor poder.
Por supuesto que esto está cambiando y con mucha fuerza, ya que cada vez más mujeres se han independizado económicamente y están destacando en sus profesiones, ocupando importantes cargos en entidades públicas y privadas.
Las nuevas generaciones de jóvenes ya no tienen esa asignación de roles de género tan marcadas como las que tuvimos en épocas pasadas. Hoy hombres y mujeres se consideran perfectamente iguales, tanto en sus condiciones, capacidades, habilidades, derechos y oportunidades en sus vidas, hoy ninguno piensa que su género lo disminuye.
Entonces, tanto tiempo en casa juntos implica asignaciones de responsabilidades para todos, padres e hijos o quienes vivan en casa, no es que porque soy hombre no puedo cocinar, ni lavar, ni barrer, ni limpiar. Todos tenemos que estar involucrados con las ocupaciones de la casa, ahí no existen diferencias ni género.
Si alguien disfruta con la cocina o gastronomía bienvenido sea, que privilegio para los demás. De hecho, algo que ha sucedido durante esta crisis sanitaria es que la gente ha comenzado a cocinar más en casa. Para el caso de los latinoamericanos y en especial los peruanos, esto es una maravilla por nuestra biodiversidad. Sobre la gastronomía peruana, es importante recalcar que ésta no fue inventada por los chefs, fue creada en cada uno de nuestros hogares desde hace cientos de años y se sigue innovando día a día.
Esta pandemia ha sido una gran oportunidad para disfrutar en casa de las cosas simples de la vida, conversar, reír, cantar, bailar, cocinar y comer juntos, arreglar la casa, hacer agricultura en casa y tantas cosas que están dentro de las preferencias, gustos o pasiones de la gente.
Y cuando hablo de familia, hoy también están incluidas las mascotas. Hoy llamamos hijos a nuestras mascotas y les brindamos el trato y la asistencia que se merecen. Los jóvenes hoy tienen un especial aprecio por ellas y eso ha generado un enorme mercado para mascotas, alimentos, vestidos e implementos, servicios médicos veterinarios, centros de cuidado, albergues, etc.
Vivir en familia implica no solo tener respeto y aprecio por los demás, sino también conocer de las características del género y la sexualidad masculina y femenina y también el transgénero. Sólo así podemos entendernos e interpretar correctamente las cosas.
A veces creemos conocernos, pero muchas veces no entendemos que los hombres y las mujeres somos diferentes, percibimos las cosas de un modo diferente, nuestros mensajes los expresamos de modo diferente, hacemos las cosas de un modo diferente, sentimos de manera diferente. Y si los hombres les hablamos a ellas como si estuviéramos dirigiendo a otro hombre probablemente tengamos problemas.
Hay que aclarar previamente que nada se puede generalizar y que probablemente entre algunos hombres y mujeres existan más similitudes debido a su formación familiar y escolar, a su experiencia de vida, a factores culturales, etc. Sin embargo, nos atrevemos a decir que existen algunas diferencias importantes a tener en cuenta:
- Los hombres suelen ser más directos, las mujeres más sutiles
- Las mujeres pueden hacer muchas cosas a la vez
- Los hombres tienen más facilidad para dar vuelta a la página
- Las mujeres pueden ser más comunicativas
- Las mujeres expresan mejor y más fácilmente sus sentimientos
- Las mujeres suelen tener una visión más panorámica de las cosas y situaciones
- Las mujeres suelen ser mejores consumidoras que los hombres.
- Las mujeres tienen mayor habilidad de percibir y recordar mayor cantidad de colores y tonalidades
- Entre muchas otras.
Consumidores y Consumidoras, iguales, pero diferentes
Las mujeres suelen ser mejores consumidoras porque por naturaleza son recolectoras, mientras los hombres generalmente actúan como cazadores. Antes de comprar las mujeres quieren tener un panorama completo del mercado y comparar antes de tomar una decisión de compra. Los hombres son más directos, van directo a lo que quieren.
Frente al reclamo, los hombres buscan soluciones sin rodeos, las mujeres también quieren que se les escuche, que las entiendan. Ambos buscan soluciones frente al reclamo, pero las mujeres también esperan que se les escuche, quieren expresar su malestar. Los proveedores tienen que estar atentos a estas diferencias.
Las nuevas generaciones quieren soluciones prácticas y rápidas. Los jóvenes quieren soluciones inmediatas y simples a sus quejas y reclamos, ellos son tecnológicos y quieren tener las respuestas al alcance de su mano y su celular. Si las empresas no están preparadas para esto están perdidas.
Ya no son tan fieles a una marca, siempre están explorando nuevas opciones. Su fidelidad es momentánea y condicional porque siempre están dispuestos a descubrir nuevas oportunidades, mejores productos y servicios.
Si están insatisfechos con una empresa o producto lo abandonan sin dudarlo. Los jóvenes son prácticos, piensan y actúan globalmente, hoy pueden comprar productos de cualquier parte del mundo con solo hacer un clik.
Si una empresa los maltrata la destruyen y tienen el poder para hacerlo. El poder que tienen las redes sociales les permite compartir sus experiencias buenas o males, pero si se trata de una agresión a sus derechos que llega a viralizarse, difícilmente alguna empresa podrá contener su ira y eso les puede causar un enorme deterioro a su reputación.
(Conferencia organizada por el Observatorio Nacional para la Protección del Consumidor OMPECO – República Dominicana, 24 de noviembre de 2020)
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Jaime Delgado Zegarra. Director del Instituto de Consumo de la Universidad de San Martín de Porres- Perú