Es muy probable que aunque fuera casualmente, por medio de la televisión, las noticias por Internet o comentarios efectuados por conocidos, compañeros de labor o por simple curiosidad, nos hayamos enterado que el viernes 12 de mayo pasado y durante el fin de semana que le siguió, se produjo un “ramsonware” -tipo de software malicioso diseñado para bloquear el acceso a un sistema informático hasta que se pague una suma de dinero- de la variedad WannaCry -quiero llorar-, que ha sido descrito como un ataque sin precedentes en tamaño e infectado más de 230.000 ordenadores en más de 150 países.
Las consideraciones técnicas sobre este hecho delictivo cibernético que mantuvo en vilo a los usuarios de Internet en todo el Planeta hasta que cesó, seguramente a cambio del pago de un rescate económico pagado con la criptomoneda Bitcoin para permitir el acceso a los datos, no deja de plantear, entre otros interrogantes, hacia dónde nos dirigimos al incorporarnos rápida o paulatinamente en la economía digital, según sea nuestra ubicación habitual en el Mundo.
Las evaluaciones efectuadas por los expertos han dejado un primer resultado, que parecería ser no tan negativo para los consumidores de nuestra región sudamericana, toda vez que esta vez los efectos del ataque han sido reportados por países como Rusia, Ucrania, India y Taiwán, partes del servicio nacional de salud de Gran Bretaña (NHS), Telefónica de España, FedEx, Deutsche Bahn, Nissan, Renault, y como excepción más cercana la aerolínea LATAM.
La Directora Ejecutiva de Consumers International, Amanda Long, explicaba luego del ataque, que fue diferente de las violaciones de seguridad de alto perfil a las que estamos familiarizados, como Ashley Madison o Yahoo. En estos casos, los datos personales de las personas fueron objeto del ataque, lo que puede resultar en graves consecuencias: fraude con tarjetas de crédito, robo de identidad, así como dificultades en la información privada que se hace pública.
El ataque de Wannacry fue diferente porque no se dirigió directamente a los datos personales de los consumidores, sino que fue capaz de cerrar partes críticas de las empresas u organizaciones de los sistemas de TI y sólo abrir de nuevo una vez que se pagó un rescate.
Sin embargo, las consecuencias podrían ser muy graves, en tanto unos 47 fideicomisos del NHS en Inglaterra informaron de problemas en los hospitales y 13 organizaciones del NHS en Escocia fueron afectados a medida que se cancelaban las operaciones, ambulancias fueron desviadas de los departamentos de Accidentes y Emergencias y la gente tenía problemas para obtener recetas médicas.
En cuanto a los consumidores residentes en esas latitudes, los impactos inmediatos aparecen menos severos: la emisión de boletos de tren no estuvo disponible en partes de Alemania o en los servicios públicos en algunas partes de China. Sin embargo, las áreas de Internet se cerraron como una medida de precaución en algunos países.
Señaló la experta que este es un recordatorio de la gama de riesgos relacionados con la seguridad que los ciudadanos y consumidores enfrentan en un mundo digital cada vez más conectado. Aunque no siempre estemos conscientes de ello, los sistemas digitales dependen de los sistemas financieros, de salud, de transporte y comunicaciones en los que se apoyan millones de consumidores.
Y aunque los estados nacionales han estado construyendo defensas contra tales ataques contra su infraestructura nacional, el caso de Wannacry muestra cómo fácilmente esto podría suceder a cualquier servicio comercial como servicios de pagos, comercio electrónico o transporte. Incluso aquellos que no están conectados a Internet pueden verse afectados cuando los cajeros automáticos o el transporte no están disponibles.
La naturaleza conectada del mundo en línea trae múltiples beneficios. Pero las mismas interconexiones crean un gran desafío para cualquiera que intente mantener a las personas, países y activos seguros en el mundo digital. Prevenir una interrupción similar requiere que todos jueguen su papel, que los consumidores practiquen una buena seguridad digital, que las empresas mantengan los productos actualizados y seguros y que las organizaciones traten la seguridad cibernética como una prioridad estratégica.
La incorporación ineludible de las nuevas tecnologías a la vida cotidiana de los consumidores de todo el mundo, indicador claro de desarrollo y que tendría que llevar consigo le mejora de las calidades de vida, comunicación, conocimiento y la amplia gama de beneficios que ello promete, también ha generado nuevas figuras del mal, siempre enfrentado con nuestra condición de seres falibles, desprotegidos ante las acciones delictivas y la mala fe de quienes no tiene límites territoriales ni temporales para cumplir con sus reprochables cometidos.
Realmente es un llamado de atención y una renovada demostración de que la sorpresa será un elemento que acompañará nuestra vida terrena como consumidores, más allá de quienes seamos, qué hagamos o donde vivamos.
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José Luís Laquidara, Argentino, con amplia experiencia en el servicio público de protección al consumidor en su país.