Cuando este artículo se elaboró, no pensaba en que algo tan transcendental en la vida de todos, como la pandemia del Covid-19, iba a suceder. La casa, se iba a convertir en el escenario único para permanecer durante un tiempo que parece no termina y donde tienen que compartir el espacio todos los miembros de la familia.
Y aunque esta situación, para nada se parece a un juego, tratar de incorporar el mismo a las actividades cotidianas en el hogar donde residen niños, puede ser una alternativa para que juguetes y juego, generen salud y bienestar, a toda la familia, en tiempos de coronavirus. También, puede hacer pensar a los adultos, como jugando, podemos enseñarles a los pequeños, las medidas preventivas personales para reducir los riesgos de transmisión y como valor agregado, reforzarlas los adultos.
Es conocido que los patrones de consumo se forman desde la más temprana edad y que los padres, la familia y el hogar son los que se encargan de ello. Luego. la escuela en particular, los medios de comunicación, las redes sociales, la industria y la sociedad en general, se van incorporando para ir generando, y a veces acomodando a sus propios intereses, esos patrones que en cada contexto y cultura tienen sus características particulares y que la globalización ha logrado que cada vez sean más semejantes.
Así se va forjando la personalidad de cada ciudadano del planeta, poquito a poquito, sin que los que le rodean, y mucho menos él mismo, se percaten del bien o mal que le van generando en su salud y bienestar. Muchas veces se darán cuenta cuando la enfermedad asoma luego de haber transitado, de manera inadvertida, por los llamados factores de riesgo, que se han ido incorporando a su estilo de vida.
El juego y los juguetes forman parte de la vida de todos. Son parte de los patrones de comportamiento y han ido evolucionando en la misma medida en que se transforma la sociedad y avanza en desarrollo tecnológico. El juguete es una de las primeras formas de relación del ser humano con los objetos. Una mirada hacia atrás nos lleva a encontrar similitudes, pero aún más diferencias, en lo que jugaban nuestros abuelos, lo que jugábamos nosotros y nuestros hijos cuando eran pequeños y lo que están jugando los nietos. Este análisis también permite conocer hábitos, estilos de vida, costumbres y tradiciones de cada sociedad y contexto, así como en la medida en que ellos tributaban a la salud y el bienestar, lo que nos puede llevar al rescate de aquellos que resultan más beneficiosos para ello.
En los juegos y juguetes cada generación se caracteriza por los acontecimientos, novedades y tendencias de su tiempo, donde los medios de comunicación social juegan un papel fundamental en dicha configuración, y a la vez cada generación anterior marca el camino de la siguiente. Los Baby Boomers pasaban mucho tiempo al aire libre, jugando en grupos y por tanto lo hicieron de una forma diferente a sus sucesores, las generaciones X o Y, nada parecido a lo que juegan los millennials, la generación Z y los centennials. Y es válida la segmentación que se realiza desde la perspectiva del análisis del desarrollo tecnológico porque a la par el ambiente social ha ido cambiando a lo largo del tiempo invadiendo los juguetes y juegos en cada momento.
Algunos juegos y juguetes parecen haber desaparecido en la actualidad mientras otros prevalecen porque se han trasmitido de generación en generación, forman parte de la memoria familiar y colectiva y así han ido llegando de unos a otros hasta nuestros tiempos. Sin embargo, algo tan trascendental desde el punto de vista social ocupa pocos espacios para el análisis y la valoración de qué es lo que desde la actividad lúdica se está ofreciendo o no como legado a las nuevas generaciones y si con ello se trasmite o no salud y bienestar.
Tal vez se ha dejado esa tarea a la industria y su maquinaria publicitaria para hacer que prevalezcan los juguetes más costosos y desechables por aquellos que de verdad contribuyen al desarrollo psicomotor e intelectual, que incluso se fabricaban de manera artesanal muchas veces por la propia familia y a la vez gestaban valores sociales que no deben desaparecer. A veces un pedazo de madera, una caja u otro objeto desplazaron a juguetes sofisticados logrando una mayor atención del niño y despertando su imaginación y fantasía ante el asombro de los adultos.
Los juguetes deben ser seguros, proveedores de alegría y placer e incrementar las posibilidades del aprendizaje y desarrollo. Pero no siempre es así ni llevan a un uso social. Por el contrario, en ocasiones incrementan el individualismo, el aislamiento, la violencia y el consumismo, a lo que contribuye de manera notable la inserción de las tecnologías cada vez más sofisticadas. También constituyen etiquetas y marcadores de estatus social, pues el precio limita la accesibilidad al juguete; no propician la igualdad de género, limitando las cocinitas y trastes para las hembras y los camiones, autos y aviones a los varones, por citar algunos ejemplos.
Acumular juguetes que no se usan, porque no están de moda, o bien porque no resultaron atractivos para los niños al estar por encima o por debajo de su desarrollo motor e intelectual o simplemente porque de tantos que posee no sabe cuál escoger, es otra de las tendencias que apuntan a la formación de nuevas generaciones cada vez más consumistas.
Papá Noel, Santa Claus, Viejito Pascuero o San Nicolás y los Reyes Magos, han estado vinculados a las actividades lúdicas de todas las generaciones, llevando tristeza o felicidad a los niños según el poder adquisitivo de sus padres, al asumir su identidad suplantando las tradiciones y leyendas que atraviesan las distintas culturas de los pueblos del planeta. Por tanto, esta figura asociada al juguete y encargada de llevar felicidad ha sido también marcador de estatus social en todos los tiempos y ha servido para discriminar cada vez con mayor fuerza a los que pueden y no pueden acceder.
Mucho se insiste desde la psicología en que lo importante es el juego y no el juguete, pero esta idea no se ha posicionado en la mente de los padres y las familias, de manera tal que se traduzca en una actitud que tribute a un consumo racional también del juguete y que este se adquiera no como una mercancía más, sino como una herramienta para jugar de acuerdo a cada etapa del desarrollo del niño, de lo que aporte al mismo, de su durabilidad. Hoy en día los juguetes pasan de moda como cualquier otro objeto de consumo y los niños van aprendiendo a desechar en lugar de conservar, lo que no constituye una buena práctica que se incorpore como parte de su estilo de vida.
Desde las organizaciones de consumidores de la región se hacen esfuerzos para hacer ver esta realidad. Por ejemplo, El Poder del Consumidor, de México, tiene una guía que puede resultar de mucha ayuda a la familia para comprender el papel del juego y el juguete y a orientar a padres y familias en las decisiones de compra y formas de afrontar la actividad lúdica de los niños.
Sin embargo, es también tarea de las instituciones educacionales y de salud fomentar una cultura del juguete y el juego que contrarreste la publicidad y que permita posicionar una cultura del consumo sano como su propósito esencial.
Si se quieren fomentar estilos de vida saludable, desde la salud pública tiene que existir también una mirada para que el juego ocupe el papel que le corresponde en el desarrollo biopsicosocial y que el juguete, cuando sea necesario, se inserte como instrumento para propiciarlo. Todo ello va a facilitar una actitud racional de las personas hacia el consumo y que este sea una vía para alcanzar la salud y el bienestar.
Biografía consultada
El Poder del Consumidor. Juguetes para el juego. Guía 2016-2017. Disponible en: http//www.elpoderdelconsumidor.org
Fundación “Crecer jugando”. Juego juguete y salud Alicante, España. 2007. Disponible en: http//www.crecerjugando.org
Suárez L.NEl consumo y la salud. Editorial CATORSE Cali, Colombia. 2010.
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Nery Suárez Lugo. Licenciada en Psicología, Dra. en Ciencias Económicas. Investigadora y Profesora Titular Escuela Nacional de Salud Pública. Cuba. Secretaria General Red Iberoamericana de Mercadotecnia en Salud. RIMS