Juan Trimboli fue Director Regional de Consumers International para América Latina y el Caribe hasta agosto del 2016. En sus inicios como militante social fue dirigente del movimiento cooperativista uruguayo. Posteriormente integró la dirección ejecutiva del Frente Izquierda de Liberación de Uruguay, sector político que fue posteriormente fundador del Frente Amplio.

Actualmente preside la Fundación Ciudadana por un Consumo Responsable (FCCR), dirige el blog Consumo y Ciudadanía, y forma parte del Consejo Asesor de la Fundación FACUA para la Cooperación Internacional y el Consumo Sostenible.

En esta entrevista, este sociólogo uruguayo cuenta desde su experiencia cómo es el movimiento consumerista en América Latina y explica cuáles son los principales retos y dificultades que encuentran las organizaciones de consumidores en estos países. Además, recuerda cuándo surgió y en qué se basa la relación de la FCCR con FACUA y la Fundación FACUA.

¿Cuáles son las particularidades del movimiento consumerista en América Latina?

Lo primero que destaco  es que las  organizaciones de consumidores en América Latina y el Caribe han sido, en los últimos 40 años, un actor principal en la transformación cultural que modificó la forma en que los consumidores se relacionan con las empresas y los estados. Actualmente una proporción significativa de las personas en nuestro continente saben que tienen derechos y pueden ejercerlos en el ámbito de las relaciones de consumo.

En estos años son muchos los avances que se han producido en materia de legislación y acceso a la justicia, en materia regulatoria, en la ampliación de normas relativas a bienes y servicios, protección en el comercio electrónico, sostenibilidad y consumo responsable, enfrentamiento a prácticas abusivas o educación para el consumo, por mencionar solo algunos de estos avances.

No resulta fácil imaginar estos logros sin la existencia y la lucha persistente de las organizaciones de consumidores en la casi totalidad de los países de la región.

¿Cuáles son las principales dificultades que encuentran en el día a día las asociaciones de consumidores?

Constatar avances no impide tener en cuenta los matices, desniveles y debilidades de las organizaciones de consumidores. Siempre recuerdo las palabras de un ex presidente de Consumers International, Jim Guest, quien señaló que «cualquiera que haya puesto alguna vez empeño en asuntos relacionados con la defensa de los derechos de los consumidores sabe que este trabajo es casi siempre una prueba de resistencia, que los éxitos no llegan de la noche a la mañana, ni se ganan en un solo terreno de juego».

Lo mismo podrían decir militantes de otros movimientos sociales, ambientalistas, sindicales o feministas. Avanzar hacia la transformación de la sociedad supone siempre enfrentar numerosos y a veces peligrosos, obstáculos y dificultades.

Siempre han existido, en el plano institucional, desniveles significativos entre las organizaciones de consumidores. Algunas, quizás las menos,  tienen un grado de desarrollo e incidencia importante. Otras, a pesar del esfuerzo que sabemos despliegan sus miembros, no han logrado alcanzar niveles aceptables de incidencia y sostenibilidad política y financiera.

En mi opinión, nunca hemos realizado un análisis riguroso de esta situación. Pueden haber explicaciones para ello, pero no deja de ser una debilidad colectiva no profundizar en la raíz de aquellas dificultades que, teniendo orígenes diversos, concurren para hacer menos eficaz el trabajo de una organización que protege y promueve los derechos y responsabilidades de los consumidores

Dicho esto, mencionaré algunas pistas referidas a las dificultades que las organizaciones enfrentan y que pude constatar, desde mis responsabilidades en Consumers Internacional, en mi relación cordial y cotidiana con sus dirigentes.

Un problema estructural en varias organizaciones es la existencia de modelos de desarrollo afectados por la precariedad técnica y financiera. Esto se constituye en una barrera principal cuando pretendemos ser exitosos en un escenario tan complejo y cambiante como es el de las relaciones de consumo.

Esto enlaza con una mirada política que no valora lo suficiente la importancia de ampliar la red de vínculos con otras instituciones y movimientos de la sociedad civil. Cuando nos segmentamos, con otros y entre nosotros, no percibimos que estamos operando en burbujas cada vez más pequeñas y segregadas. La fragmentación limita incidir en políticas públicas necesarias y en generar cambios significativos en beneficio de los consumidores.

Es cierto que la ausencia de apoyo gubernamental, las fuertes restricciones de la cooperación internacional y el descreimiento de amplios sectores de la ciudadanía en las virtudes de sumarse a un entramado social activo, se constituyen en factores que potencian estas dificultades y limitaciones. Estos y otros son elementos constitutivos de un modelo de sociedad que, aunque agotado, está vigente y por ello debemos reconocerlos e integrarlos al buscar la solución a nuestros problemas institucionales y políticos.

¿Cuál debería ser la evolución del movimiento consumerista en Latinoamérica?

Si deseamos consolidar lo alcanzado y continuar avanzando, lo primero es evitar la compulsión por encontrar soluciones, sin entender el alcance y la profundidad de los problemas que enfrentamos. Estimo que no hay vías fáciles y rápidas para proponer e implementar.

Como ya hemos dicho, las organizaciones de consumidores en nuestra región se caracterizan por su diversidad en los niveles de desarrollo y capacidad de incidencia. A ello se agrega que los métodos para obtener la necesaria financiación para sus actividades también son diversos.

Aquellas organizaciones, pocas, que definiendo bien sus objetivos y sus políticas y que con persistencia han ido construyendo una institucionalidad estable. Para sostenerla aplican diferentes métodos de financiación, entre los cuales se encuentra contar con socios y adherentes, seguramente cuentan con muchas posibilidades para continuar avanzando y acrecentando el  reconocimiento ciudadano.

Si observamos con atención, veremos que estas son organizaciones que han sabido ajustar sus agendas de trabajo a los profundos cambios sociales, económicos, ambientales y tecnológicos que experimenta la región y el mundo. A la vez tomaron rápida conciencia de la importancia de las comunicaciones y del uso de las nuevas tecnologías. Y lo que no es menor, han establecido acuerdos de cooperación y/o alianzas con otras instituciones, integrándose de esa forma al tejido de la sociedad civil organizada. Puedo agregar que en sus políticas consideran la relación, no sencilla pero necesaria, con autoridades públicas y empresas.

Al mismo tiempo, están aquellas organizaciones cuya característica desde una mirada institucional, es la fragilidad. Con estructuras débiles y escasos recursos financieros, no están en condiciones de brindar servicios permanentes y de calidad los consumidores y tampoco alcanzan a incidir en la definición de políticas públicas y regulaciones necesarias para dar garantía de equilibrio y transparencia a las relaciones de consumo. Es interesante constatar que, a pesar de estas limitaciones estructurales, algunas de estas organizaciones cuentan con liderazgos muy comprometidos y eso les permite tener una presencia relativa y ser un foco de referencia cuando se trata de conversaciones públicas en materia de las relaciones de consumo.

Hay que reconocer que estamos en un momento donde el futuro inmediato es imprevisible. Por ello, para aquellas organizaciones que han logrado avances importantes, consolidar lo alcanzado, continuar revisando críticamente  sus programas de trabajo, hacer el esfuerzo de incorporar militancia joven y mantenerse muy ligados a la ciudadanía, parece ser un camino adecuado.

Para el resto de las organizaciones y especialmente aquellas que quieran tener una mayor consistencia institucional (algunas pueden preferir legítimamente permanecer con grupos pequeños), sin duda que pueden tener como referencia y apoyarse en las que ya lograron buenos resultados. No para reproducir experiencias de realidades diferentes, pero sí para estar abiertos al siempre necesario aprendizaje.

Y para todos, incluida nuestra fundación, resulta imprescindible estar atentos a la evolución de los acontecimientos en el mundo. El avance de todas las organizaciones, no depende solo sus intenciones y esfuerzos, sino también del contexto social y política en el que actuamos. Y hoy ese contexto está marcado por un peligroso deterioro de la vida democrática. Un ámbito imperfecto pero en el cual los derechos de los consumidores y los derechos humanos en general se vieron fortalecidos.

¿Considera que la implantación de la membresía sería posible y deseable en las asociaciones de consumidores de América Latina?

Pienso que existe un amplio consenso en relación con las virtudes que tiene para una organización el contar con membresía. Es un asunto que va más allá de los aspectos financieros, donde a veces parece centrarse las conversaciones.

La membresía potencia en una organización su carácter ciudadano y la fortalece en sus vínculos con la sociedad y con todos sus interlocutores, incluyendo a las empresas y los estados. Otorga mayor credibilidad ante instituciones y medios y acrecienta el poder de negociación. Además, los miembros enriquecen el intercambio de ideas, aportando experiencias y datos que son valiosos para múltiples iniciativas. Esto lo demuestran en su práctica cotidiana aquellas organizaciones que, también en nuestra región, ya cuentan con un número estimable de miembros y también adherentes o han iniciado procesos para alcanzar ese objetivo.

Si bien existe consenso acerca de lo virtuoso de contar con membresía, existen reservas de diversas organizaciones acerca de su factibilidad en sus respectivos países. No es posible en esta entrevista desplegar toda la amplitud y complejidad del tema. Si me parece importante recordar que FACUA, con el apoyo de nuestra Fundación, implementó un programa dedicado al tema que incluyó conferencias, visitas a la sede de la asociación de consumidores para conocer su experiencia y otras iniciativas, en el cual participaron numerosas organizaciones de consumidores. Este programa dejó resultados positivos y especialmente un conjunto de conocimientos e insumos relevantes para el trabajo futuro.

¿Cómo y cuando surgió la relación entre la Fundación FACUA y la FCCR  y de qué manera se ven beneficiados los consumidores gracias a esta relación entre asociaciones de Latinoamérica y España?

 

El primer convenio de colaboración entre ambas fundaciones lo firmamos en noviembre del 2017. Sin embargo el conocimiento y los vínculos entre integrantes de ambas fundaciones surgieron antes, en el marco de actividades  del movimiento internacional de consumidores. En ese proceso percibimos que había muchas coincidencias en nuestra forma de entender la necesidad de construir organizaciones de consumidores ciudadanas y sostenibles, en la importancia de que estas organizaciones fueran independientes de partidos políticos y empresas, que valoraran y estimularan vínculos con otras organizaciones de la sociedad civil y que también atendieran las relaciones con el Estado y el mundo empresarial como parte de nuestro trabajo por generar equilibrios y justicia en las relaciones de consumo.

No es casual que el primer punto de nuestro actual convenio de colaboración señale que tenemos por objetivo colaborar en el desarrollo y fortalecimiento de las organizaciones de consumidores. Todas las iniciativas que implementamos en conjunto tienen ese sentido, y ello es particularmente importante porque estamos convencidos que la magnitud de los desafíos que se enfrentan demandan de más y mejor colaboración entre nosotros y con otras organizaciones y redes que apuntan a la defensa de los derechos ciudadanos y la democracia.

Ese objetivo de colaboración lo cumplimos, por ejemplo, con el blog Consumo y Ciudadanía, que lleva ya nueve años publicando quincenalmente y en forma ininterrumpida artículos y documentos que constituyen un aporte valioso para el trabajo cotidiano de las organizaciones de consumidores y de todos los actores de las relaciones de consumo. En el mismo sentido menciono los Foros por la Justicia Social y la Sostenibilidad, que generan intercambios de ideas y propuestas acerca de temáticas relevantes.

En todo este proceso, en el cual la Fundación FACUA presta un apoyo fundamental a la sostenibilidad de nuestra Fundación, sentimos que hemos alcanzado un nivel de acercamiento y hermandad que facilita y hace más eficientes nuestros programas y actividades. Y ello sin afectar en lo más mínimo y siempre respetando la autonomía y la responsabilidad legal de cada una de las fundaciones.

¿Qué valoración hace de su colaboración o participación en los programas de cooperación internacional desarrollados por la Fundación FACUA en los últimos años?

Lo primero a señalar es que la Fundación FACUA asume la cooperación internacional como un eje relevante en sus programas de trabajo. Junto a otras compañeras y compañeros, tengo el honor de haber sido invitado a participar como asesor del Patronato de la Fundación FACUA y eso me permite conocer muy de cerca, entregar opiniones y colaborar con los diversos proyectos que se impulsan.

Actualmente dichos proyectos benefician a organizaciones de 13 países de nuestra región y apuntan en lo esencial a fortalecer la capacidad institucional de las mismas. Esto se logra mediante un intercambio permanente de conocimientos y buenas prácticas, con modestas pero muy útiles contribuciones  financieras y otras iniciativas como son actividades educativas, publicaciones de libros, visitas a la sede de FACUA en España. Con una mirada de mediano y largo plazo, la cooperación internacional de la Fundación FACUA, única de estas características al interior del movimiento de consumidores, apunta a estimular el desarrollo de una red que pueda asumir más eficazmente los derechos de los consumidores , en el marco de la diversidad y complejidad actual del mercado de bienes y servicios.